DEL SOUNDTRACK DE MÉXICO
Por: Carlos Castro.
Lo encierra la mujer que le responde a “mi amor”, No saldrás hasta que escribas el Himno ganador.
En la habitación le ha dejado sus herramientas de trabajo. Puede repeler o involucrarse en este juego que al final ganará.
Escribe, reescribe, arruga papel. Parece buscar en su interior. Para lo que esta escribiendo uno se imagina que está teniendo una revelación, si las palabras que escribe serán cantadas por nosotros una y otra vez durante todos los lunes de nuestra educación y antes de cada encuentro del tricolor y demás días celebres de la patria.
Transcurren cuatro horas.
Desliza las estrofas por debajo de la puerta. Es liberado.
Se desdobla el mil ochocientos cincuenta y tres y en aquella secuencia de México, aún no se cuenta con un soundtrack oficial. El trono lo suda Santa Ana quien ha convocado a escritores a crear el Himno Nacional de los Estados Unidos Mexicanos ¿A aquellos paisanos de aquella época les irá a no-extrañar que los derechos de dicha obra serán vendidos por los hijos “Blackmouth” a una editora estadounidense, Wagner & Lieven, tal y como no me extraño a mi al leer este hecho? ¿Les irá a no extrañar al igual que a mi que el-hombre-representante-de-la-nación, el tlatuani, se manifestara despectivo, a pesar de victorioso, ante dicho himno porque no lo enaltecía durante todas sus estrofas?
Este mes, por obvias razones, lo dedico a una reflexión. Al leer dicha historia me encuentro con el “no me extraña”. Me pregunto ¿no me extraña por qué este guión se ha vuelto sumamente predecible, trillado? ¿No me extraña por qué me he vuelto tan insensible que ya nada me sorprende? ¿No me extraña por qué se que no puedo confiar enteramente en la fuente informativa más solicitada en el presente (lo cual, de repente me crea incertidumbre y me pregunto: ¿en qué se puede confiar enteramente hoy en día?, pero me distraigo y se va?)
He aquí una serie de preguntas. He aquí una alternativa para esta edición.
El elefante blanco se pinta de verde y rojo para el mes.
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