Una casona situada frente a la catedral de Cuernavaca convocó a las almas de grandes personalidades del cine mexicano, de aquella llamada Época de Oro.
Para atraerlos los organizadores del Festival Copali colocaron altares con imágenes de los actores y actrices fallecidos. Ahí están María Félix “La Doña”, Pedro Infante, Germán Valdés “Tin Tan”, Sara García, Joaquín Pardavé y Dolores del Río.
Todos ellos “asistieron” este fin de semana a la casa que perteneció al escritor inglés Malcolm Lowry, luego convertida en hotel y más tarde, a fin de que el lugar, situado en pleno centro histórico de Cuernavaca, no se convirtiera en centro comercial, el tío de Lady Di, John Spencer, la adquirió para hacer un centro cultural.
En este histórico lugar se dieron cita estas almas y desde la entrada y balcones pueden admirar decenas de flores de papel anaranjado que simulan la tradicional flor de cempasúchil.
En el atrio hay dispuestas varias ofrendas, dos de ellas para los animales. En la planta baja, una ofrenda en honor a un gato da la bienvenida. En ella hay una lata de atún, croquetas y un recipiente con agua, por si le da sed al felino visitante, adornada con la imagen de un jaguar ancestral y la foto del minino “Penante”, un hermoso ejemplar blanco y negro.
Hay además una magnífica Catrina de más de dos metros de altura dedicada al maíz transgénico. La escalinata –una representación de una pirámide que Spencer realizó en 2002-, también arde en colorido con las flores de papel, lo mismo que el atrio.
Detrás de la puerta principal se revela el esqueleto de un equino y una mujer, quien le prodiga cariños y cuidados. Ahí mismo se encuentra la urna con las cenizas de una perrita “Becky”, con sus croquetas preferidas y agua.
A un costado hay una pareja, un hombre y una mujer, cuyos rostros son de un realismo espectral. De una pared cuelga la cabeza de un toro de Lidia, muerto en el ruedo, y de un cerdo en el matadero. No hay distingo, parece ser el mensaje.
Del lado contrario, los anfitriones John y Elizabeth Brown, quien la muerte se llevó varios años antes que a Spencer, reciben a sus peculiares invitados.
En un recibidor, una catrina majestuosa que viaja sobre una barca expresa, “En tu rostro iluminado la vida rejuvenece, noche de oro en la mirada para los que aman la muerte. Para los que aman la vida es noche de desconcierto, la cera besa las flores y la llama el sentimiento”. Es Elizabeth Brown.
Aún debe atravesarse otra estancia y luego un corredor, al final de éste otra Catrina flanquea la entrada a la “Época de Oro del cine Mexicano”.
Como si fuera un teatro o una sala de cine se descubre frente al espectador la recreación de varios sets de grabación donde se descubre cómo era el almacén de Jalil, interpretado por Joaquín Pardavé.
La abuelita del cine mexicano, Sara García, admira el vestido de gala de “La Doña”, quien es acompañada por la figura emblemática de Morelos, un chinelo. En otro set está “en llamado” otra de las divas de aquellos tiempos, Dolores del Río, y al lado hasta Mauricio Garcés esboza su enorme sonrisa picarezca.
Detrás de ellos hay varios personajes que van desde una princesa un karateca, un revolucionario, hasta una actriz de la época de los años 20. Todas las figuras son de formato pequeño.
Sin embargo, en el rincón frente a ellos, que ilumina la ventana de un balcón, se encuentra seductora María Felix con un vestido que deja ver sus huesudas piernas y protegida del frío con una de sus tantas pieles.
Con cierto aire de rivalidad, otra Dolores del Río la observa a pocos metros de distancia. Ambas son de tamaño real. El hielo lo rompe un dibujo en gran formato del legendario Tin Tán, que muy fresco le dice a la huesuda “Si me muero quién las besa”. Frente a él otra Doña inmortalizada en un dibujo que también increpa a la muerte y le advierte “Más vale llegar tarde que llegar fea”. Esta recreación estuvo a cargo del colegio Bilingüe Ágora.
En las ofrendas, 17 en total, no falta ninguno de los elementos, calaveritas, veladoras, flores, agua, la botella, pan, fruta. Todo dispuesto según la usanza.
Erika Vergara, coordinadora de la actividad que luego de 8 años de realizarse por fin adquirió el carácter de Festival, explicó que llevó más de dos meses la realización del evento, desde abrir la convocatoria a los participantes, que para esta ocasión fueron desde nivel preescolar hasta las facultades de Diseño y Arquitectura de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, así como escuelas de arte como la Compañía de Teatro en Movimiento y la Compañía Xochiquetzalli.
“El festival Copali inició desde el pasado sábado y termina este 2 de noviembre con actividades gratuitas y culturales, como presentaciones de danza, la realización de performances, música en vivo y protección de cortometrajes”, detalló.
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