Por: Ceci DiMonti – Corresponsal en Argentina
Fuente: Critica de la Argentina.
Entradas que no paran de aumentar su precio, una variedad de títulos cada vez más pobre, una total falta de interés por las producciones nacionales, y una concentración tremenda en pocos films.
Para nadie es un secreto que el cine
dejó de ser una salida más o menos barata para una familia o una
pareja, especialmente los fines de semana. A este estado de situación
se suma otro elemento clave: la variedad de películas para ver es
cada vez menor. Como contrapartida, y causa, la cantidad de pantallas
ocupadas por las grandes producciones estadounidenses es mayor. Es
decir, el negocio del cine, el negocio de la proyección de películas
para ser precisos, está en crisis: cada vez es más para pocos que
pueden pagar mucho.
En la actualidad, Argentina cuenta con
poco más de 900 pantallas en todo el país, sin contar el reducido
circuito de salas no comerciales como el auditorio del MALBA o la
Sala Lugones en Buenos Aires, a los que se suman otras como por
ejemplo el Cineclub Hugo del Carril en Córdoba.
En 2007, el
porcentaje de participación del cine argentino en la taquilla total
fue del 9%, lo que implica una caída grande respecto del casi 12%
que correspondió al cine nacional en 2006.
Además, se
estrenaron en salas comerciales un total de 70 películas argentinas
contra poco más de 50 en 2006. Es decir: no sólo bajó de un año
el interés por el cine nacional sino que cada película, en
promedio, tuvo muchos menos espectadores. De hecho, ningún título
argentino en 2007 alcanzó el millón de espectadores.
El
panorama es mucho más desolador en 2008. Como informa el sitio
Otroscines.com, editado por el crítico Diego Batlle, en el primer
semestre la cantidad total de espectadores es 1,5 millones menor que
en el mismo período de 2007. Esto implica una pérdida del 8%, lo
que puede crecer aún más en el segundo semestre.
Eso no es
todo: ninguna producción nacional pasó la barrera del medio millón
de espectadores. Como caso sintomático, se esperaba que “Brigada
Explosiva: Misión pirata”, film especialmente diseñado para el
período de vacaciones y que pertenece al conjunto de comedias de
cuño televisivo que suele tener buen performance en taquilla,
resultó un fracaso rotundo que apenas pasó los 250.000 espectadores
(Bañeros 3, film estrenado en julio de 2006, había logrado superar
el millón).
Una película con público más restringido como
“El Nido Vacío” es, hasta la fecha, la película argentina más
vista, con cerca de 300.000 espectadores. Quizá la tendencia se
revierta un poco con las vacaciones de invierno, aunque el problema
pasa por otro lado: el valor del boleto.
“El precio de las
entradas – explica Heriberto Brown, gerente general de Hoyts
General Cinemas, una de las tres cadenas más importantes de
complejos cinematográficos en el país - está en función de toda
la estructura de costos del cine. La inflación y el continuo
incremento de los costos operativos obligan al ajuste periódico en
el precio de las entradas. Obviamente, la asistencia de público al
cine se ve afectada por el precio de la entrada, pero también la
afecta la piratería por ejemplo, que éste es otro elemento que se
incrementa día a día y afecta el hábito de consumo del
espectador.”
Entre los costos operativos que se mencionan
está también el ajuste salarial a los empleados. Brown dice también
que “la asistencia varía semana a semana dependiendo de los
estrenos y de la locación. Del 100% del público, aproximadamente el
60% asiste los fines de semana”.
Lo de los fines de semana,
como recuerda cualquier espectador que trataba de moverse en la calle
Lavalle en los años setenta, es histórico. Sin embargo, lo que
cambia es que hay mucha menos gente el resto de los días, sin que
por ello el precio de las entradas baje sustancialmente.
El
precio promedio de las entradas en la Argentina, si uno considera
todas las promociones y las diferencias de zonas (el ticket es
sensiblemente más barato en ciertas localidades del interior y en
las salas que no pertenecen a un complejo, que en los multipantallas)
roza los $13,50.
Sin embargo, es un promedio mentiroso: los
días de fin de semana, cuando la asistencia del público es mayor,
la entrada tiene un piso de $15 y un máximo de $20, más cerca del
segundo que del primero. Es cierto que hay zonas (como calle Lavalle)
que ofrecen entradas sensiblemente más baratas, pero también que
son los cines donde más ha menguado la asistencia del público. Por
lo general, quienes desean ver alguna película acuden a
multipantallas y abonan entre 18 y 20 pesos.
Una familia de
cuatro personas debe, hoy, gastar entre 100 y 130 pesos para ir al
cine con buena pantalla y buen sonido, más los “snacks” de
rigor. Un balde de pochoclo puede costar hasta 15 pesos (sin contar
el ruido de la masticación, algo que parece no molestar a la mayoría
de los asistentes a las salas); una gaseosa, 10 pesos. Sólo es
necesario hacer la cuenta. ¿Por qué estos precios? Es simple:
“Definitivamente –explica Heriberto Brown– los “snacks” y
las bebidas tienen mayor rentabilidad”.
La ganancia enorme
de los snacks compensa, pues, la baja venta de entradas. Durante el 1
a 1 de los años noventa, la entrada cinematográfica costaba en
promedio ocho dólares. Hoy está muy cerca de ese valor, habiendo
partido de unos tres dólares en 2002. En seis años duplicó su
precio y no parece tener techo.
Por otro lado, la variedad es
pobre. Eso tiene que ver con que los grandes tanques salen con cada
vez mayor cantidad de copias, volviendo enorme la concentración de
la oferta en pocos títulos. Si en 2004 era excepcional (y
perjudicial para el negocio) que un film se estrenara en 120 copias,
después del lanzamiento de El código Da Vinci en 2006 con la
friolera de 205 copias, pasar por encima de los 100 parece la norma,
según afirma la revista especializada “El Amante”. Este año, el
ranking lo encabeza la segunda “Crónicas de Narnia: El príncipe
Caspian” con 195 pantallas y le siguen, en orden, “Wall-E” con
167, “Kung Fu Panda” con 153, “Indiana Jones” con 146,
“Meteoro” con 131, “Iron-Man” con 101 y “Súper Agente 86”
con 101. Y esta semana, “Batman-El caballero de la noche”, se
sumó al ranking con 155 pantallas.
Para dar una idea cabal de
lo que esto implica en términos de variedad de oferta (que sin dudas
afecta los hábitos de demanda), los cinco films de mayor recaudación
la semana pasada ocupaban casi el 60% de las pantallas disponibles en
todo el país, algo casi monstruoso que se ha vuelto la norma. Hay
dos factores que acompañan esta concentración: el costo por copia
de un film de 90 minutos se mantiene constante en dólares desde
antes de la devaluación de 2002, y es de Us$1.500 promedio.
Un
productor nacional o un distribuidor que no puede acceder a los
enormes presupuestos de publicidad que manejan las multinacionales
difícilmente puede hacer más de diez copias, salvo
excepciones.
Por otro lado, los exhibidores, que tienen
problemas para llenar las salas con productos enormemente
publicitados, desconfían de aquellas películas que carecen de
estrellas o que no tienen un fuerte apoyo promocional.
En
2008, el film nacional con mayor lanzamiento fue “Brigada
Explosiva: Misión pirata”, que arrancó con 95 copias que en su
tercera semana se ampliaron a 105. Le siguieron “El nido vacío”
(37 copias), “Aniceto” (31) y “Leonera” (24). El caso del
film de Favio fue sintomático: fue tan pobre su arranque en el fin
de semana de estreno que prácticamente quedó fuera de todas las
salas donde se estrenó, por no cumplir la media de espectadores que
la podía sostener en cartel. Y dos semanas más tarde (se dice que
por decisión del propio Favio) no estaba en ningún cine. Es decir
que dos extremos del cine (mal llamado) popular argentino como las
fantochadas de los brigadistas y el genial –incluso en los errores
- autor de Gatica fracasaron en encontrar un público que,
aparentemente, ya no existe.
El resultado de Leonera y El
nido… puede calificarse como exitoso, si se piensa en lo poco
convocante que es el cine nacional en la actualidad. Esto también
tiene que ver con que la cuota de pantalla – el porcentaje mínimo
que debe proyectarse en cada complejo de cine nacional – no se
cumple.
Si bien el Instituto de Cine busca que la ley se
cumpla, muchas veces no sucede y esto sigue favoreciendo la
concentración de la oferta. Por otro lado, la concentración tiene
una razón de ser: el costo de un lanzamiento tiene que cubrirse en
las dos primeras semanas de exhibición, cuando el film-evento está
en su pico de salas. Los tanques no compiten entre sí: difícilmente
dos mega producciones millonarias se estrenen un mismo jueves, porque
eso arruinaría el negocio rápido de ambas. Kung Fu Panda una
semana, Wall-E dos más tarde.
El estado de las cosas no tiene
un final promisorio: entradas demasiado caras, pocas películas
también demasiado caras, y un espectador cada vez menos exigente. El
cine como diversión y arte, como motivo de encuentro y discusión,
parece parte del pasado remoto. El negocio, mientras tanto, funciona,
siempre y cuando se pueda seguir vendiendo pochoclo.
Salas
de arte y ensayos: otro mercado es posible
No hay en
la Argentina un circuito de salas de arte y ensayo que podría dar
cabida a un cine distinto, que hoy sólo se puede ver en festivales o
en salas no comerciales.
La pregunta sobre si existe un
mercado para ello es de fácil respuesta: sí, en la medida en que
ese tipo de cine no desaparezca. Un ejemplo claro: el film de Nicolas
Klotz “La cuestión humana” se estrenó con sólo tres copias. A
pesar de ello, en sus primeros veinte días logró acumular casi
14.000 entradas vendidas, un promedio por sala mayor que el de “Las
crónicas de Narnia: el príncipe Caspian”.
Esto, desde
luego, sin contar las más de 200.000 entradas que cada año vende el
Bafici. Y sin entrar en films más bien difíciles como La cuestión…,
la concentración y falta de variedad hacen estragos incluso para
films de Hollywood que directamente no se estrenan.
En
septiembre saldrá directo a video “Leatherheads”, comedia con
George Clooney y Renée Zellweger. Como no tuvo mayor éxito en
Estados Unidos, se verá sólo en DVD. Por eso un éxito inesperado
como “Muerte en el funeral”, una comedia convencional, sin
estrellas y un poco al margen del mainstream se volvió un enorme e
impensado éxito. Heriberto Brown, de Hoyts, en cuyas salas se
proyecta el Bafici, ilustra: “Con el festival no ganamos dinero ni
perdemos, pero nos sirve porque nos posiciona”.
“Traer
cine arte es demasiado caro”
Luis Vainikoff es un
exhibidor y distribuidor independiente, dueño del cine Cosmos.
Representa cabalmente lo que sucede con el mercado más vapuleado por
el actual estado del cine. “Competir con los grandes complejos es
difícil –dice–.
Queda muy poca gente que vaya a ver cine
arte, y más allá de que el interés en ese género es menor, otra
desventaja es que las salas independientes no se pueden reequipar
como los complejos. Nosotros proyectamos en 35mm y también en DVD
ampliado, que no es lo mejor porque no es el formato original de las
películas.
El costo para traer una película es muy alto:
ronda los 3.000 dólares, sin contar los derechos de exhibición. Así
se hace imposible; para que una película rinda hay que tener por lo
menos tres copias, lo que implica una inversión demasiado grande
cuando un film así llega a lo sumo a los 10.000 espectadores.
En
general lo ven de tres a cinco mil personas, lo mismo que un film
independiente argentino. Para sobrevivir, programamos lo que está en
el mercado local sin pensar en el nicho que nos distinguía. Ni
hablar de estrenos: en el mejor de los casos, vamos en simultáneo
con el resto de las salas”.
0 comentarios:
Publicar un comentario