Muchos son los artículos y las reseñas periodísticas que se le dedican a las películas cubanas, devenidas crónicas de la realidad social de los últimos cincuenta y tantos años. Sin embargo, no abundan tanto los artículos y reseñas dedicados a los cortometrajes.
Esto se deba, quizás, a que una buena parte de ellos circula casi furtivamente entre el público, ya que no solo las temáticas que abordan, sino la manera de concebirlas, han de resultar demasiado arriesgadas para el gusto (o la orientación que reciben) quienes diseñan las programaciones de los cines y de la televisión.
Sin embargo, el corto de ficción cubano merece más de una glosa, porque se ha convertido desde hace tiempo en una de las formas estéticas que con mayor calidad y franqueza ilustra quiénes y qué tal somos, permitiendo a sus realizadores, con la habitual dosis de sátira como coartada, exorcizar los demonios de la decadencia y la frustración que poseen a nuestra gente.
Filmar un video para enviárselo al hijo que vive fuera de Cuba puede hacer que afloren contradicciones y nostalgias, pobreza y amor, ideologías y sentimiento, todos conjugados y pugnando en un solo espacio, en una casa, en una familia cubana. De eso va Video de familia(2001), con guión y dirección de Humberto Padrón. Un excelente corto de Producciones Achepé, con la colaboración del ICAIC y Bay Vista, al que yo considero en cierta medida precursor de una serie de sugerentes realizaciones.
Ese fue posiblemente el punto de partida para que estos proyectos independientes, escenificando la miseria nacional a través de conflictos familiares y crisis de todo tipo, ganaran la preferencia de los espectadores. Y se marcaría una nueva etapa en el audiovisual hecho en casa, para que cortos como Utopía (2004), de Arturo Infante recibiera el calificativo de genial.
Porque es justamente una utopía que somos el pueblo más culto del mundo. Porque el subdesarrollo está enraizado en la médula de nuestra sociedad como un incurable tumor maligno. Porque en una partida de dominó en un barrio cualquiera del país, acompañado de tragos de mal ron no se puede sostener una coherente discusión sobre estilos arquitectónicos sin que termine en sucias palabrotas y bronca sangrienta. Porque en una escuela de estudios especiales no se puede pretender impartir latín y que una retardada mental entienda y declame un poema de Borges, como si fuera una estudiante de Filología o de Historia del Arte. Porque dos mujeres vulgares no pueden polemizar de arias de ópera sin acabar tirándose de los pelos.
Este mismo año, parodiando los métodos poco ortodoxos de dos agentes de la Seguridad del Estado que intentan poner dos micrófonos en la casa de un ciudadano, se estrenó Monte Rouge de Eduardo del Llano. Y así comenzó su ya famosa saga de Sex Machines Producciones, contando las absurdas peripecias que tiene que enfrentar el singular personaje Nicanor O’Donnell, que se hace plural en cada nuevo contexto dramatúrgico: HighTech(2005), Photoshop (2006), Homo sapiens (2006), Intermezzo (2008), BrainStorm (2009),Pas de Quatre (2009), Aché (2010), Pravda (2010) y Exit (2011). Todas parecen narrar situaciones absurdas, pero ¡cuidado!, no hay que dudar de que la realidad siempre supera a la ficción.
A Utopía, Arturo Infante ha sumado títulos como El intruso (2005), Flashforward (2005), Gozar, comer y partir (2006), también muy originales y propicios.
El corto de ficción cubano confiesa la orfandad cotidiana. Y no siempre con mero sarcasmo ha hecho estocadaen la zona más lúgubre de nuestras memorias. Un ejemplo es Camionero(2012), cortometraje dirigido por Sebastián Miló, producido por Indunnu Music and Visual Arts y Malas Compañías. Multipremiado en distintos certámenes cinematográficos nacionales e internacionales, su trama es una tragedia contemporánea que tiene lugar en una escuela de régimen interno. Y que, al decir del crítico de cine Juan Antonio García Borrero, "pasará a la historia del audiovisual cubano como el primer filme que se enfrentó a este asunto del abuso escolar de manera frontal y sin eufemismos".
Profesionales del largometraje como Juan Carlos Cremata Malberti tampoco descartan al corto para hacer catarsis. Basado en hechos reales, con Crematorio (2013) el absurdo nuestro de cada día, traducido en un hilarante patetismo, muestra el velorio de viejo comunista y a su familia, que nada tienen que ver con el "hombre nuevo".
Muchos son ahora mismo los aficionados, estudiantes y egresados de las escuelas de arte y de cine que incursionan en la producción de cortometrajes. Hay eventos y certámenes donde se exhiben y compiten los cortos de ficción que se hacen en todo el país. Pero la promoción de ellos sigue siendo una tarea pendiente. Como lo es para los realizadores hurgar más en nuestra historia reciente. Se le deba quizás un corto a las víctimas de la UMAP, o los días del éxodo del Mariel, o tantas otras cosas…
Fuente: Diario de Cuba
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