CUPIDITY...
Historias regaladas por la publicidad
Por: Magnolia Flores Tapia
magnolia.flores.tapia@hotmail.com
@lithiumdolly
Los cortometrajes son mágicos, siempre lo han sido para mi, así los consideraba incluso antes de saber lo que eran, ya que, cuando estudiaba la preparatoria no estaba muy empapada de los terminos cinematográficos... pero sin duda me encantaba ver esas “historias breves”.
Un cortometraje, es capaz – o debe ser capaz - de mover algo dentro de ti, lográndolo en pocos minutos, menos de 30 para ser exactos; por eso tienen que ser contundentes y personalmente considero que son el mejor tipo de historias para trasminitir un mensaje específico, quizá no tal cual a manera de lección porque les quitaría parte de su escencia, pero, su brevedad hace que sean más sencillos de asimilar, de comprender, de desmenuzar e incluso de difundir; hecho que resulta muy útil, especialmente para la publicidad, sobre todo en la era audiovisual tan cargada de información que estamos viviendo.
A la par de lo anterior es destacable también que la publicidad ha tenido el constante reto de captar nuestra atención para transmitir las bodades del producto (muchas veces exagerando), pero, ¿qué pasa si juntamos el cine (en cuanto a técnica) con la publicidad?... te aseguro que no resultaría algo necesariamente burdo ni desastrozo, sobre todo si se maneja bien, lo cual se traduce en ganancias o reconocimiento para la marca y un buen rato para el espectador que puede disfrutar de algo más que un simple spot.
La primera unión que yo pude ver de publicidad con cortometrajes fue de un producto argentino, una tarjeta de crédito, que para promocionarse decidió crear un corto alusivo a los sueños (“Vendedor de sueños”), sumamente emotivo y bastante sútil, ya que, hasta el final de la historia me di cuenta de que no era un corto común, sino que estaba hecho como promoción de un servicio bancario. Otro ejemplo de lo antes mencionado lo vi en México, desarrollado por la Volkswagen, aunque los publicistas de tal campaña no se conformaron con hacer solo un cortometraje, hicieron todo una serie de los mismos (“24 Casetas”) que promocionaban en televisión e iban lanzando por internet, los capítulos duraban menos de 10 minutos, estaban hechos con muy buena calidad, transcurrían emocionantes y fluidos. La serie entretenía e iba más allá de solo querer venderte las bondades de la marca.
Con todo lo anterior, lo que deseaba era ponerlos en contexto respecto al corto que en esta ocasión les recomendaré. Se trata de un trabajo ideado para promocionar “Cornetto”, un producto de Helados Holanda, pero, considero que el resultado de lo que hicieron es digno de mención. Dicho cortometraje se llama “Cupidity – Kismet Diner” y antes que nada quiero aclarar que en ningún momento dentro de la historia sale un producto Holanda o un Cornetto, aunque sí tienen viñetas alusivas del tipo del cine mudo.
Lo más interesante de todo es que la historia se hizo viral, me lo topé varias veces en redes sociales, hasta que, gracias a una recomendación especial, lo vi y ¡me encantó! Se trata de una historia de amor, entre Laura, una chica que es mesera y un cliente del restaurante en el cual ella trabaja. Ella solía componer canciones, pero jamás las cantaba hasta que con ayuda de su jefe comenzó a cantar a diario; lo más tierno es que dichas melodías iban con una especial dedicatoria hacía el chico que le robaba los suspiros, sin embargo, había algo que no los podía dejar conectar por completo... no les cuento más, porque el final deben descubrirlo ustedes, seguramente ¡se derretirán!
La historia termina coronada habilmente por el slogan de la marca “disfruta el camino, amarás el final”, haciendo alusión no solo al producto (Cornetto), sino a la vida misma, a todos esos viajes (literales y no literales) que hacemos en busca de algo... en el caso de Laura es la atención del chico que tanto le gusta, pero en nuestro caso es seguro todos estamos en constantes viajes por diversas metas, así que, apelando a tal circunstancia, nos invitan a disfrutar no solo de la meta, sino de los procesos.
Obviamente, esta columna, no está patrocinada por “Cornetto”, ni por Helados Holanda, sin embargo, esta forma de utilizar historias para reforzar el mensaje de un producto me parece sumamente hábil e interesante, pues no solo nos presentan un frívolo spot que nos dice “compra...¡compra!”, sino que nos hace suspirár con una linda historia de amor.
Definitivamente es, para mi, uno de esos cortos que tienes que ver, ya sea solo para disfrutar de una linda historia o de paso, para darte cuenta que un cortometraje es más que solo un ejercicio, permitiendome en este punto recordar las palabras que alguna vez escuche: “si comparamos al corto y al largo con peleadores de box... el largo gana por resistencia, pero el corto ganaría por knockout”.
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