Por Carlos Castro
Un
Dios sin creyentes no realiza milagros. Una idea sin cabezas no
transforma. Estos son los pensamientos que abordan mi mente mientras
espero a que inicie el nuevo proyecto de Emir Kusturica, un
documental sobre Maradona. Minutos antes, durante la presentación,
cada vez que se pronuncia Emir o Kusturica o Emir Kusturica una
ovación golpea mi tímpano. Cuando se anuncia que se le entregara la
llave de la ciudad en manos del presidente municipal, una oleada de
silbidos y aullidos rechazan la presencia del elemento político. El
pueblo manda, el gobierno obedece. Intimidado por la autoridad el
presidente entrega las llaves en silencio. Una piraña solitaria es
más cobarde que un elefante ante un ratón.
Y
de repente el film inicia. Además de una biografía espectamos una
visión del mundo, ideales plasmados en palabras e imágenes, en
fragmentos de realidad y fragmentos de animaciones. A lo largo de la
proyección coros de risas, silbidos y uno que otro comentario de
individuos que esperan unos segundos de atención. Se habla de la
autonomía de Latinoamérica, de la lucha por la autonomía de Diego
ante las drogas.
A
lo largo de las imágenes los espectadores aceptan a Emir y por ello
el documental, pero se nota que Maradona jamás será un líder para
la mayoría de los mexicanos. Algunos le aúllan, otros le chiflan y
otros se ríen de sus palabras. A su narrador le causa por primera
vez un sentimiento de respeto ante este hombre, la indiferencia deja
de ser.
Emir
lo presenta como un hombre más, con una visión de la vida y el
mundo. A pesar de los prejuicios estoy seguro que todos nos
identificamos con esta figura “sagrada” del fútbol.
El
fin llega y los aplausos lo despiden. El concierto esta por iniciar.
Aplausos de bienvenida y euforia.
Los
instrumentos crean un torrente de sonido que nos provocan sonrisas,
gritos, palmas y baile. Esta música de otro continente jamás la
siento ajena y no es resultado de la globalización, es producto del
lenguaje universal y de los instrumentos y ritmos que se nos
presentan. Esta música no dista de la nuestra.
Rock,
jazz, blues y gitana, si desean una definición de lo que escuchamos.
Música dedicada a la vida. Con las melodías y notas abordan mi
mente flash backs cinemáticas: Underground,
Gato negro, gato blanco, La vida es un milagro.
Los sonidos describen las imágenes, me hacen viajar en el tiempo, en
la memoria.
Al
escenario suben mujeres de la audiencia a festejar junto con los
músicos. El auditorio Telmex se convierte en una cuna de éxtasis,
un himno a la vida. Es aquí cuando se comprueba la debilidad de las
barreras y la fortaleza y unidad del espíritu humano.
Casi
dos horas de comunicación musical. Emir Kusturica y la No smoking
Orchesta, gracias, nos hemos disfrutado.
Mientras
traspasamos a la fresca noche pienso: El arte es resistencia.
PD. FUCK
YOU MTV!
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